El 17 de diciembre de 2010 el tunecino Mohamed Bouazizi inició sin saberlo una serie de protestas, bautizadas como Primavera Árabe que, rápidamente, se extendieron por los países de Oriente Medio
Protestas durante la Primavera Árabe con las banderas de los estados implicados
La Primavera Árabe comenzó a finales de 2010 cuando un tunecino de 26 años llamado Mohamed Bouazizi se prendió fuego delante del ayuntamiento de la ciudad de Sidi Bouzid, en Túnez, después de que la policía le impidiera colocar un puesto ambulante de frutas y verduras y le requisara sus productos. Este acto de protesta personal y desesperada supuso el inicio de un movimiento que comenzó en Túnez y se extendió por Oriente Medio y el norte de África, llamado Primavera Árabe, y que provocó una ola de protestas y manifestaciones masivas pro-democracia.
EL ORIGEN DEL MALESTAR EN TÚNEZ
Desde 1987 hasta 2011 Túnez estuvo gobernado por el presidente autoritario Zine el Abidine Ben Ali, con un mandato caracterizado por un aumento del paro, corrupción ya vista en sus anteriores legislaturas y un empeoramiento de la situación económica. Tras la inmolación de Muhamed Bouazizi el viernes 17 de diciembre de 2010 para denunciar los abusos administrativos, comenzaron las revueltas sociales que fueron protagonizadas por jóvenes que gritaban consignas contra el gobierno, lanzaban cócteles molotov y se enfrentaban a pedradas con la policía. Los lugares que más daño recibieron por parte de manifestantes durante las protestas fueron las sucursales bancarias, las sedes de organismos oficiales y las comisarías.
Tunecinos en las manifestaciones celebradas durante la Primavera Árabe
El 28 de diciembre de 2010, Ben Ali criticó las protestas en su contra, alegó que se trataba de extremistas islámicos y culpó a los medios de comunicación occidentales por difundir información difamatoria y falsa, y también por haber provocado la desobediencia civil. Tras varias semanas de duros enfrentamientos de los manifestantes contra la policía y una declaración de estado de emergencia de por medio, Ben Ali presentó su renuncia a la presidencia de Túnez el 14 de enero de 2011, huyendo hacia Jeddah, Arabia Saudí, y dejando el poder al primer ministro Mohammed Ghannouchi, quien a su vez fue sustituido al día siguiente por el presidente del Parlamento, Fouad Mebazaa.
EL INICIO DE LAS PROTESTAS EN OTROS PAÍSES
La salida del poder de Ben Alí rompió la imagen de inmovilidad de los gobiernos y dio esperanzas de cambio a la población, que salió en masa a las calles para exigir la dimisión de sus líderes o al menos cambios que derivaran en una mejora de su calidad de vida, gracias a la facilidad de organización que proporcionó el auge de las redes sociales en aquellos años.
Esta sensación se vio reforzada en Egipto, donde los ciudadanos comenzaron las protestas el 25 de enero de 2011, llamado el Día de la Ira. Las manifestaciones y revueltas se originaron como una protesta por el exceso de brutalidad policial, las altas tasas de desempleo, el deseo de aumentar el salario mínimo, la carencia de viviendas y alimentos, la inflación, la corrupción o la falta de libertad de opinión. La principal meta de los manifestantes era forzar la salida del presidente Hosni Mubarak, quien llevaba en el poder casi 30 años. Tras 18 días de protestas, en viernes 11 de febrero, Mubarak finalmente dimitió.
Las calles de Egipto se inundaron de gente durante la Primavera Árabe
Esto provocó que países como Siria, Libia o Yemen se vieran sumidos en sendas guerras que, en el caso del segundo, derivaron en una implicación internacional directa que se saldó con la captura y ejecución del líder libio, Muamar Gadafi, en octubre de 2011. En Siria, ante la pobreza de la población y la poca esperanza de futuro, salieron a las calles para pedir la dimisión de su líder, Bashar Al Assad, después de 15 años en el poder. En Yemen, los manifestantes pedían que Ali Abdullah Saleh, dictador del país unificado desde 1990 y del norte desde 1978, no se presentase a la reelección. Los yemenís compararon a su presidente con el derrocado expresidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali, por la corrupción de su gobierno y la pobre economía de Yemen.
Baréin fue otro de los países en los que las protestas tuvieron especial importancia, encabezadas por chiíes que denunciaban discriminación a manos de la gobernante dinastía suní, unas protestas apoyadas por sectores de la comunidad suní, pero las autoridades las aplastaron con apoyo de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
La Primavera Árabe tuvo ecos en Marruecos, Líbano, Argelia, Mauritania, Kuwait, Jordania, Omán, Sudán, Irán, Irak o Arabia Saudí, pero en estos casos las autoridades pudieron capearlas con reformas cosméticas y promesas de una mejora de la calidad de vida y una mayor lucha contra la corrupción.
LAS SECUELAS DE LAS PROTESTAS
A raíz de las manifestaciones de la Primavera Árabe, Siria se sumergió en una guerra civil. Su situación fue aún más compleja debido a los numerosos intereses internacionales que conlleva, que provocaron que el conflicto derivado de la represión de las fuerzas de Bashar al Assad se internacionalizara y que siga activo a día de hoy, dejando cientos de miles de muertos y millones de refugiados y desplazados, la mayoría de ellos residentes en campos de refugiados en Turquía, en Jordania o en el Líbano.
Un guardia sentado sobre los escombros de una casa, tras los ataques aéreos que la destruyeron Saná, capital de Yemen
La situación en Yemen, que ya era el país más pobre de la región antes del estallido de la guerra en 2014, es aún más alarmante por la crisis humanitaria en la que se encuentra sumido y por los continuos combates entre la coalición liderada por Arabia Saudí que respalda a Hadi y los hutíes, apoyados por Irán. Estos últimos están siendo un actor importante en el conflicto de Israel y Palestina, atacando a los barcos del Estado hebreo que transitan por el Mar Rojo.
LO QUE SUPUSO LA PRIMAVERA ÁRABE
La Primavera Árabe provocó cambios políticos y sociales, incluso geoestratégicos, que se han desarrollado durante estos trece años: el recrudecimiento de la "guerra fría" entre Arabia Saudí e Irán, a raíz de la guerra civil en Yemen y de la represión de los chiíes en Baréin; el caos en Libia y su secuela de crisis migratoria; el mayor éxodo de refugiados del siglo XXI desencadenado por la guerra en Siria; el protagonismo de países como Turquía o los Emiratos Árabes Unidos en escenarios tan alejados como el norte de África, el conflicto entre Israel y Palestina o la vuelta de Rusia al tablero del Mediterráneo.
También nuevas formas de protesta ciudadana son herederas del activismo tunecino o egipcio, como el uso de redes sociales o la ocupación del espacio público. Ahora nos parece normal, pero en 2010 los jóvenes árabes fueron los primeros en usar las redes sociales como vía para autoorganizarse en la calle. En la región era inaudito que se ocuparan de plazas y espacios públicos de manera permanente y pacífica, como ocurrió en la plaza cairota de Tahrir, algo que después copiaron en el 15-M español o en el Occupy Wall Street de Estados Unidos.
La reapropiación de los símbolos nacionales, como la bandera; los eslóganes contra la corrupción y por la dignidad; o la creación de nuevos e inesperados iconos de protesta han sido otros recursos imitados en lugares tan alejados de los países árabes como Hong Kong o Tailandia.
En Europa, estos acontecimientos fueron celebrados como la lucha de la juventud árabe por la libertad, la democracia y la autodeterminación. Sin embargo, la esperanza de que esto fuese un punto de inflexión política se vio frustrada, porque solo en Túnez hubo un cambio de régimen y comenzó un proceso de democratización duradero, e incluso en algunos países están peor ahora que antes de la Primavera Árabe.
Otra de de las lecciones de la Primavera Árabe fue que las movilizaciones podían provocar cambios en sus gobiernos, lo que se ha visto replicado posteriormente en Argelia y Sudán, donde Abdelaziz Buteflika y Omar Hasan al Bashir, respectivamente, cayeron en 2019 ante la presión de las calles. Las protestas en Argelia estallaron en 2019 ante los planes de Buteflika, quien se encontraba impedido tras sufrir un derrame cerebral en 2013, de presentarse a un quinto mandato y concluyeron con su dimisión y la celebración de presidenciales en diciembre, en las que Abdelmayid Tebune se impuso en medio de una baja participación.
Los manifestantes argelinos en una protesta en Argel, capital de Argelia, en 2019
Oriente Medio y el norte de África son actualmente la zona de conflicto más grande del mundo, donde reina la inestabilidad y la incertidumbre. Su población crece a pasos agigantados, hay un alto nivel de desempleo y las perspectivas económicas son malas. Políticamente, continúan dominando los Estados autoritarios y los sistemas represivos, sobre todo el régimen militar de Egipto y las monarquías del Golfo, que han liderado la contrarrevolución en todas partes.
Estos países son algunos ejemplos de la caída del llamado "muro del miedo" ante los regímenes autocráticos y del resurgimiento de las protestas populares tras varios años de silencio, provocado en parte por el descenso al caos de Siria, Yemen y Libia, algo usado por algunos gobernantes como una justificación para reprimir las manifestaciones con el argumento de mantener la estabilidad.
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