El veto de los candidatos progresistas y las protestas de los últimos años vacían las urnas este 1 de marzo
Un hombre mira los carteles de los candidatos que se presentan a las elecciones parlamentarias iraníes
Irán ha vuelto a las urnas el 1 de marzo, siendo las primeras elecciones después de las revueltas provocadas por la muerte de Mahsa Amini por llevar el hijab mal colocado en septiembre de 2022 y en medio del descontento general por la mala situación económica que afecta a la vida cotidiana de las clases populares. Aunque el resultado todavía tardará días en saberse, el alto abstencionismo va a ser clave.
¿QUÉ SE VOTA EN ESTAS ELECCIONES?
Los ciudadanos iraníes han votado este viernes a los miembros de dos de sus principales órganos de Gobierno: el Parlamento y la Asamblea de Expertos.
Las elecciones al Parlamento de Irán tienen lugar cada cuatro años y en ellas los ciudadanos de todo el país eligen por voto directo a los representantes que ocuparán los 290 escaños de los que se compone el pleno actualmente. Este organismo tiene unas competencias limitadas, ya que sus decisiones deben ser aprobadas posteriormente por el Consejo de Guardianes –un comité de 12 juristas expertos en el islam que tienen la tarea de estudiar las credenciales islámicas y patriotas de todo lo propuesto en el Parlamento–.
Por su parte, la Asamblea de Expertos es un organismo de alto rango que elige, destituye y supervisa las actividades del ayatolá, líder supremo de Irán. La Asamblea está conformada por 88 clérigos chiíes que son elegidos por voto directo de la población para un mandato de ocho años.
LOS CANDIDATOS
Hace pocos años, los días previos a las elecciones se sentían como un momento de posibilidades de cambio en Irán. Los candidatos pasaban por el filtro del Consejo de los Guardianes y había variedad de opciones, pudiendo elegir entre aquellos que pedían reformas y los más conservadores y radicales. Durante pasadas elecciones sí que había un cierto grado de "apertura democrática", la cual ha dejado de existir.
Para las elecciones de este año, de los 15.200 candidatos a las parlamentarias –entre ellos más de 1.700 mujeres–, en las que se elegían 290 escaños, solo había 30 candidatos del campo reformista. Es cierto que este ha perdido la popularidad con la que contaba en anteriores votaciones y que muchos nombres directamente desistieron de presentar su candidatura, pero esto no resta responsabilidad al Consejo de Guardianes, que lleva años bloqueando el acceso a los comicios a aquellos que proponen cambios contrarios a la constitución iraní. El capital político que habían logrado los candidatos más reformistas en épocas anteriores se ha ido desvaneciendo por no haber podido cumplir con sus propuestas progresistas al haberse mantenido dentro de los márgenes de la República Islámica.
LA PARTICIPACIÓN
Esta poca representación progresista y la casi nula expectativa que generan entre la población iraní, ha provocado un gran descontento en parte de los votantes, que no le ven el sentido a ir a votar y han preferido abstenerse a modo de protesta, ya que las posibilidades de que alguno de esos 30 reformistas consiga un escaño son mínimas. Se estima que solo alrededor del 40% de los iraníes han salido a votar, lo que sería el resultado más bajo en unas elecciones desde la revolución islámica de 1979.
Desde la República Islámica se apela a la participación ciudadana en los comicios: “Aquellos que aman su país, su gente y su seguridad deben saber que todos sufrirán de unas elecciones débiles”, decía el ayatolá Jamenei, mientras que la franja reformista llama a la abstención en las urnas. Por estas razones, se prevé que la cámara volverá a generar una mayoría conservadora y ultraconservadora.
Por su parte, algunas figuras públicas del país están pidiendo que la población se abstenga en su voto. Un ejemplo de ello es la premio Nobel de la Paz Narges Mohammadi, iraní que se encuentra encarcelada en la actualidad. Mohammadi ha pedido la abstención a través de sus redes sociales.
EL MALESTAR DE LA POBLACIÓN IRANÍ
En septiembre de 2022, Mahsa Amini, una joven de la oprimida minoría kurda de Irán, estaba visitando Teherán con su hermano. Fue interceptada y arrestada por la policía “de la moral” (gasht-e ershad) iraní, que habitualmente detiene arbitrariamente a las mujeres que no cumplen las abusivas y discriminatorias leyes del país sobre el uso obligatorio del velo. Horas después de su detención, aparecieron informes verosímiles de que la policía “de la moral” la había sometido a tortura y otros malos tratos en el interior del furgón policial, entre otras cosas propinándole golpes en la cabeza. Mahsa Amini entró en coma y fue trasladada en ambulancia al Hospital Kasra de Teherán, donde murió tres días después.
La muerte de Amini dio pie al levantamiento nacional bajo el lema "Mujer, vida, libertad" contra decenios de desigualdad y represión generalizada. Miles de jóvenes se lanzaron a protestar y las fuerzas de seguridad dieron inicio a una represión que duró meses. Más de 500 personas perdieron la vida, ocho fueron ejecutadas y alrededor de 22.000 han pasado por prisión. Se suman decenas de personas que perdieron al menos un ojo como consecuencia de la respuesta violenta y cientos de estudiantes sancionados en las universidades.
Una mujer corta su cabello a modo de solidaridad y protesta durante las manifestaciones en Irán
Muchas mujeres se han quitado el velo desde entonces y caminan con el cabello al aire, acto que el régimen parece aprobar solo si se realiza para votar. Así lo dejó planteado el portavoz del Consejo de Guardianes hace poco: “Ninguna ley ha negado el derecho al voto, y ni siquiera un tribunal puede arrebatárselo”.
Una mujer iraní con el cabello descubierto muestra su dedo cubierto de tinta después de emitir su voto
A este, se suman otros problemas que afectan más allá de a aquellos que luchan por mayores libertades, especialmente para las mujeres. Año tras año, los iraníes sienten que su capacidad adquisitiva es menor, y esto es especialmente evidente en los jóvenes, entre los cuales las tasas de desempleo se disparan: casi el 50% para las mujeres y 24% para los hombres.
EL GOBIERNO DE IRÁN
La figura más poderosa de Irán es el ayatolá Alí Jamenei –de 84 años–, líder supremo del país desde 1989. Jamenei es el jefe del Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y tiene autoridad sobre la Policía Nacional y la Policía Moral, cuyos agentes detuvieron a Mahsa Amini. El ayatolá también controla el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), encargado de la seguridad interna del país, y de su ala de voluntarios, la Fuerza de Resistencia Basij. Los Basij han reprimido repetidamente la disidencia en Irán.
El ayatolá Alí Jamenei durante una ceremonia en Teherán
En una pirámide de poder en Irán, justo debajo del ayatolá se encuentra el presidente de la República Islámica de Irán, Ebrahim Raisi, quien es el máximo responsable electo y el segundo en rango tras el líder supremo.
Raisi es responsable de la gestión diaria del gobierno y tiene una gran influencia en la política interior y los asuntos exteriores. Sin embargo, sus poderes están relativamente limitados, especialmente en materia de seguridad. El Ministerio del Interior, bajo control del presidente, formalmente dirige el cuerpo de policía nacional, que ha reprimido las protestas. Sin embargo, su comandante fue nombrado por el líder supremo y responde directamente ante él. Además, por ejemplo, si el líder supremo quisiera acabar con las protestas por la fuerza, el presidente no tiene más remedio que plegarse a él.
Ebrahim Raisi, presidente electo de Irán
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